Amar
a Cristo duele,
Es
tratar con la vida,
Con
la carne viva;
¡Oh!
alma cautiva.
Y
es que amar a Dios duele,
Es
morir y renunciar
A
ese mundo que nos gusta,
Con
sus cosas...
Con
sus personas...
¡Oh!
mentira que esclaviza.
Todos
al nacer
Comenzamos
cautivos,
Pues
inocente alma fuimos,
Como
bebés nacimos.
Y
quizá amar a Dios...
No
es morir a todo,
Pero
si morir a pasiones
Inmersas
en el corazón.
¡Ay!
dualidad que nació
Con
nosotros en el corazón,
Como
el día y la noche,
La
luz y la oscuridad,
El
bien y el mal,
Y
con ello Dios y su libertad.
Para
amar a Dios
Morimos
cada año,
Cada
mes y cada día,
Y
cada vez que el mal
Emerge
adentro de nosotros.
Pero
al morir
También
en ello resucitados,
Y
el corazón hermosea
Resplandece
y brilla,
Se
purifica y puede ver a Dios.
Cuando
morimos sabemos
Que
no todo termina allí,
Si
no que nacemos de nuevo
Para
seguir amando a Dios.
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