Anoche
en el valle de grillos escuché la voz de mi alma,
Aguda
e inflamada gritando tu nombre en mi edad de hierro,
Y
tú la Princesa Celta de nevada piel y ocre como la arena,
Ilusión
de mi corazón que desea descansar en estas piedras.
Fuiste
como el caudal de este río que nacía en mis ojos,
Unas
veces nutrido otras veces seco, también como los días,
Cambiante
como el clima y como las estaciones femeniles,
Eras
un día soleado y verde, eras una noche sin luna ni estrellas.
Es
que las ilusiones fueron y se fueron volando entre nubes,
Los
sueños llegaron como tú, como Ocarros veloces con armadura,
Aquella
fortaleza que resistió a mis poesías, miradas e indiferencia,
Aquí
suspira mi alma que a gritos se escucha en la sabana llanera.
Fuiste
como las piedras del rio catapultadas con mis manos,
Que
escuche a veces cercana a mi orilla y otras veces distante,
Unas
veces caliente cuando me acercaba y otras veces helada,
Fuiste
la ilusión de mi alma excitada cuando tus ojos miraba.
Un
mono aullador a la tierra mira y me encuentra desnudo,
Su
mirada enternecida me juzga por no haberte descifrado,
El
tiempo se revela muriendo al sol en la orilla del horizonte,
En la penuria de la tarde muere mi alma y con
ella mi ilusión.
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